Las apariencias engañan

sábado, 17 de octubre de 2015

Hoy en día, se habla de inclusión y aparentemente todos aquellos que participan en la educación de algún modo, buscan esta inclusión en las aulas y en los centros educativos.
Pero cuando nos paramos a mirar bajo la alfombra, vemos que esto no es siempre así. Aún seguimos anclados en muchos casos en poner etiquetas a los niños y en fomentar la exclusión.

¿Y por qué digo esto? Hablo de un caso real, un niño que acude a un colegio, en Ibiza más concretamente, dicho colegio no cuenta con psicólogos, por tanto, acude al centro una vez al mes una psicóloga enviada por Conselleria. Esto puede ser difícil, ya que el centro abarca a muchos niños y estos necesitan ser atendidos más a menudo, pero no nos centraremos en eso.

El verdadero problema, además de que la psicóloga solo acuda al centro una vez al mes, es que solo se atiende a los niños más conflictivos (aquellos que “molestan” en el aula, que se pelean y dificultan el ritmo "normal" de la clase). Como este niño no muestra actitudes conflictivas ni da “problemas”, no se le presta atención. Pero el niño del que hablamos no atiende en clase, se muestra distraído y se aburre, por lo que termina siendo considerado el “tontito de la clase”.  Se plantean diferentes discapacidades, la posibilidad de que tenga hiperactividad o disfasia, pero el centro no llega a una conclusión.

 Al ver que las maestras y en general el centro educativo no hace nada, no se mueve para ver que puede tener dicho niño y por tanto no da soluciones, los padres deciden llevarle a un psicólogo externo al centro, allí le pasan una serie de pruebas y test  y descubren que el niño tiene  un nivel de coeficiente intelectual de 129, con un razonamiento de 149, muy alto para su edad (8 años). Además muestra una serie de dificultades: tiene la lateralidad cruzada, el ojo izquierdo vago, tiene dislexia y pese a su alto coeficiente intelectual se muestra infantil para su edad.

Actualmente acude dos días por semana, durante media hora, a terapia (externa del colegio).
La psicóloga a la que le llevan sus padres, se ha puesto en contacto con el centro escolar, e incluso se ha personificado allí y ha hablado con los profesores del niño, les ha contado la situación y les ha dado los informes, pese a esto el colegio no se pone en contacto con los padres.

Tras conocer toda la situación, me vienen a la mente miles de preguntas ¿Por qué el centro no busca soluciones? ¿Por qué no se ha detectado todo esto con anterioridad?
Cómo un niño con alto coeficiente intelectual puede considerarse un “tonto” en el aula, cómo las maestras no pueden darse cuenta de que ese niño no es “tonto” sino que se aburre en clase. En lugar de eso, le marginamos en el aula y dejamos que suspenda y si es preciso que repita.

¿Por qué no se hace nada con su dislexia? Gracias a que sus padres han acudido a otro psicólogo, hoy el niño ha progresado mucho en la lectura.

Se supone que la educación ha avanzado mucho en estos aspectos, se ha pasado de la exclusión, del rechazo a los niños “diferentes”; a la segregación, la separación de los niños “normales” y los niños “diferentes”; a la integración, donde los niños “diferentes” pueden estar en el aula pero siguen estando al margen del resto y por último a la inclusión. Para que esto se haya dado han pasado muchos años y aún hoy podemos ver, como en el ejemplo, que hay escuelas que siguen ancladas en el pasado, dejando de lado a los niños “diferentes”, donde solo se atiende a los niños conflictivos y no tienen cabida aquellos que están por encima de la media.

Por otra parte, opino que si el centro se hubiese interesado antes por este caso, el niño hubiese tenido un diagnostico en etapas anteriores y se hubiese podido poner remedio antes.

¿Estará el centro poniendo ahora los medios para la inclusión de todos los niños, independientemente de sus características? A la fecha ni siquiera el profesorado ya informado ha considerado oportuno hablar y reunirse con los padres.

Hay que motivar al niño, darle tareas que le resulten atractivas, porque no importa que vaya por delante de sus compañeros, se puede trabajar lo mismo a un nivel un poco más avanzado, de forma que todos los niños adquieran un aprendizaje. En lugar de ofrecerle lo mismo que al resto y que esté aburrido y se muestre disperso.

Motivemos a los niños para que no pierdan su esencia, ayudemos a todo el alumnado, para que todos y cada uno de los niños pueda alcanzar el éxito, ya tenga dificultades auditivas, visuales, altas capacidades, síndrome de down, TDA, TEA…

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